Argentina se acerca a los casi 90 días de aislamiento preventivo social y obligatorio. La cuarentena en nuestro país va rumbo a convertirse en una de las más extensas a nivel mundial y al parecer ha demostrado ser efectiva para contener el contagio por coronavirus. No obstante, en las últimas semanas el número creciente de infectados y la cantidad de fallecidos alarman a las autoridades, que en algunas provincias han decidido volver a fases iniciales.
El encierro en casa, sin embargo, se ha transformado en una bomba de tiempo para aquellas personas que padecen enfermedades crónicas como las insuficiencias cardíacas, respiratorias, enfermedades como el cáncer y hasta la obesidad. Esto último representa una preocupación internacional, aun antes de la pandemia, ya que el sobrepeso y la obesidad son considerados una pandemia en sí mismos.
A nivel mundial hay más de 1.900 millones de adultos con sobrepeso y 650 millones son obesos, de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En nuestro país la cuarta parte de la población es obesa, es decir, un 25% de los argentinos. El 8% de ese total es obeso mórbido, pacientes con un sobrepeso extremo capaz de poner en peligro su salud y hasta provocarles la muerte.
Esta población es uno de los grupos de riesgos ante la covid-19. Los pacientes obesos son altamente sensibles a un contagio de este tipo de virus debido a que sus defensas están muy por debajo del valor deseado y arrastran otros trastornos que los dejan expuestos a múltiples enfermedades. La diabetes tipo 2, por ejemplo, una patología presente en gran parte de las personas con sobrepeso, los convierte en el blanco perfecto para el coronavirus.
En primera persona
Viviana Arce tiene 45 años y es obesa. La palabra confinamiento la llevó a épocas oscuras de su vida, cuando estuvo casi ocho años encerrada, sin salir de casa, por ese motivo. “Así empezó todo. Por eso para mi estos días fueron devastadores”, relata.
La cuarentena la sacó de enfoque y tuvo que interrumpir el tratamiento que llevaba adelante como miembro del Centro Provincial de Trastornos Alimentarios (Cepta), que depende del Siprosa. Allí asistían antes de la cuarentena alrededor de 200 personas en la misma situación que ella. Con el confinamiento, habilitaron los consultorios de manera virtual para el seguimiento de los pacientes.
Francisco D’Onofrio, médico especialista en el tema y coordinador del Programa de Atención Integral de Obesidad, advierte ese retroceso en los pacientes y anticipa que los días de aislamiento despertaron conductas agresivas, depresivas y mucha angustia en las personas obesas. “Está claro que no se puede hablar de dieta en cuarentena, pero tenemos que cuidar su cabeza y su salud general”, explica D’Onofrio.
Julio Mendoza, también asiste a Cepta y tuvo que vencer el miedo y salir a trabajar. “Para mí fue algo muy duro. Trabajo en la calle el día a día y todo se cortó por la pandemia. Sumado a eso uno piensa en el daño que puede causar esta enfermedad a nuestros seres queridos y el miedo a contagiarnos. Somos un grupo de riesgo”, cuenta.
Dándoles la espalda
Viven en una cuarentena eterna. Muchos de ellos, pasan sus días recluidos sin salir de casa y no por la pandemia únicamente. Es un estilo de vida al que se han acostumbrado a fuerza de burlas y miradas lacerantes cuando salen a la calle. Nada en Tucumán está preparado para las personas con sobrepeso y obesidad.
No hay cines con butacas en las que sentarse a mirar una película, no hay bares con sillas que soporten el peso, ni que hablar de la ropa, diseñada para cuerpos “modelo”. Tampoco en el médico pueden sentirse cómodos. Las camillas no resisten más de 120 kilos, las ambulancias no pueden trasladar pacientes que superen los 130 kilos y en el caso de las mujeres, ciertos estudios ginecológicos tampoco pueden ser practicados. Son pocos los profesionales en la provincia, tanto en el ámbito público como en el privado, preparados para abordar la temática.
“Sufrimos mucho. Somos discriminados hasta por el personal de salud. Muchos no están capacitados y en algunos casos nos han tratado mal. Eso nos frustra”, dice Viviana Arce.
¿Conseguir trabajo? Es algo que han intentado más de una vez, pero después de cada entrevista laboral jamás vuelven a llamarlos.
Cynthia Suero ha vivido esa experiencia en carne propia. “¿Cuándo viste a un gordo atendiendo en un comercio o como cajero de un súper, o trabajando de mozo?, se pregunta. “No te dan trabajo. Me ha pasado a mí y a muchos de mis compañeros. Nos discriminan”, afirma.
El último informe sobre el tema publicado por Inadi es de 2014. Los datos fueron relevados en 2013 y volcados en el Mapa Nacional de la Discriminación. En un apartado sobre Tucumán, donde se analizan las percepciones y representaciones sobre la discriminación en la sociedad tucumana, se sitúa a la obesidad como una de las causas principales de discriminación después del nivel socioeconómico y del color de la piel.
La pobreza constituye el principal tipo de experiencia discriminatoria, tanto sufrida como presenciada por los tucumanos. Asimismo, el trabajo especifica que el 12,1% de las personas que padecieron discriminación y que pertenecen a un nivel socioeconómico bajo, la experimentaron por tener obesidad o sobrepeso. La cifra aumenta si la consulta es sobre si presenciaron discriminación por esas razones. La percepción apunta a que las personas obesas son quienes ocupan el segundo lugar como grupo más vulnerabilizado.
El doctor D’Onofrio se apoya en los datos y toma las cifras publicadas por el Indec para explicar el comportamiento de la sociedad frente a esta situación. “La gente no entiende que la obesidad es una enfermedad. Al paciente cardíaco lo respetan, al diabético lo respetan, al obeso, no. Creen que es gordo porque come o porque está aburrido”, explica.